viernes, 21 de octubre de 2011

¿ABRIMOS LA PUERTA DE LA FE?



Estimado lector, comparto con usted algunas reflexiones que me han surgido tras leer el recién publicado Motu Proprio La Puerta de la Fe”.

Como todo lo que comparte con nosotros Benedicto XVI, este escrito merece una profunda reflexión. ¿Qué nos quiere comunicar el Papa? Podríamos decir que Su Santidad nos dice a las claras cual es nuestra misión individual para el próximo año y para toda nuestra vida: hacer a la Fe centro vital y herramienta de evangelización.

Podría parecer que este Motu Proprio es un documento dirigido a la estructura institucional de la iglesia y que ellos son los únicos implicados por las palabras del Santo Padre. Nada más lejos de la realidad. Todos somos receptores y responsables de lo que nos comunica el Papa. Seguro que más de una ocasión, se ha sentido tentado de actuar como un "peso muerto" a mover por la Iglesia institucional. Nos decimos a nosotros mismos algo así como a ver cómo me mueven, pasando rápidamente a un estado de pasividad volitiva.

Me a costado años darme cuenta que este es uno de los problemas que padezco y que hace padecer a la Iglesia. La Iglesia no se conjuga en tercera persona, sino en primera: yo y nosotros. Necesitamos sentirnos afectados por la Iglesia, de la que formamos parte y sentirnos misioneros en todo lo que hacemos y decimos en nuestra vida. La misión es de cada católico y su éxito depende de Dios y de nuestra voluntad de ser herramientas eficaces en Su mano.

Del texto, resaltaría tres párrafos:
Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado.

La fe no puede ser algo que se obvie o que se considere como secundario, ya que nuestro entendimiento y voluntad se deben mover en sintonía con lo que la Fe nos indica. Una misma acción puede ser realizada de forma diferente según nuestra Fe sea clara o divague en sus aspectos esenciales. Por ejemplo, se puede hacer caridad y la misma caridad actuar sobre el necesitado de muy diversas formas. Nuestra Fe se nos puede llevar a dar de comer a Cristo mismo en quien sufre o únicamente llamarnos a paliar una necesidad humana. Una misma acción comunica coherencias muy diferentes.

Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.

Hoy en día, la vida se suele comprender como una secuencia (des)ordenada de estados y experiencias de las que disfrutamos o padecemos sin más razón que venos implicados. Sin un sentido real y profundo que re-una, re-ligue nuestro ser con lo que nos ocurre en la vida, terminaremos sintiéndonos como seres innecesarios y por lo tanto, carentes de más dignidad que la que los demás nos quieran conceder.

La cultura de lo contingente y lo inmanente, es la predominante y esto es así por causa de nuestra timidez en apostar por el valor que conlleva sentirnos imagen de Dios.

Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.

En nuestra vida personal y profesional podemos evidenciar a Cristo de mil maneras y mediante esta evidencia, estaremos dando testimonio de valores trascendentes a quienes los desconocen. Les pongo un ejemplo. Un cartel realizado para fomentar del voluntariado ambiental puede centrarse en la naturaleza y en los daños que causados por nosotros. También puede mostrar a un voluntario que restablece el equilibrio y la belleza de la creación. Parece que es lo mismo, pero el primero centra el mensaje en la naturaleza y la maldad del ser humano, mientras el segundo muestra al ser humano como pieza imprescindible y responsable. En el primero la dignidad está en la naturaleza y en el segundo, en el ser humano. Mediante pequeñas intervenciones podemos recrear al cultura cristiana que hemos perdido en el proceso de laización que padecemos. No es lo mismo actuar poniendo en centro de lo accesorio que poniendo el centro en lo esencial.

Las personas que reciben lo que comunicamos se darán cuenta que hay algo más y que ese algo más es lo que da sentido a su vida. Evidenciando lo que realmente necesitan, les predisponemos a buscarlo.

Así que, estimado lector, siéntase afectado por la misión que nos encarga Su Santidad. Somos responsables de llevarla a cabo en todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida. Enhorabuena, la Iglesia cuenta con usted, le necesitamos.

Néstor Mora Núñez

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