martes, 4 de octubre de 2011

ANTE LOS DESAFÍOS ACTUALES Y EL DESPRECIO DE DIOS: LO QUE VIO LUISA PICARRETA



Su confesor andaba dudando y no era para menos.

Luisa sufría por ello. Bien que le hubiera gustado, y así se lo demandaba muchas veces al Señor, que entre ella y Él no hubiera nadie más, que quedara todo en la intimidad. Se sentía humillada, quisiera esconderse, pero esa necesidad de la bendición sacerdotal para volver a la vida le dolía. Ahora bien, si el Señor lo quería pues que al menos su confesor no dudara.

Lo que pasó uno de esos días lo cuenta Luisa Picarreta. Después me dijo: Dile al confesor que es Voluntad mía que continúes estando en la cama, y como señal de que soy Yo dile que hay guerra entre Italia y África, y que si él te da la obediencia de hacerte continuar sufriendo, no dejaré hacer nada a ambas partes, se pondrán en paz.

No hizo falta mucho tiempo. En una de las siguientes ocasiones el confesor, como de costumbre, se llega a su lecho, para bendecirla y sacarla de su estado de postración, como habitualmente. Pero la impaciencia y las dudas le comen.

Así lo narrará Luisa: "Cuando vino el confesor se empezó a intranquilizar y a decirme que era desobediente, o bien me decía: ‘Es una enfermedad. Si fuera cosa de Dios te habría hecho obedecer, por eso en vez de llamar al confesor debes llamar a los médicos. Cuando él terminó de hablar yo le dije todo lo que me había dicho el Señor, como he dicho arriba, y él me dijo que era verdad que había guerra entre África e Italia, y dijo: 'Veremos si no pasa nada'”.

Las dudas terminan de golpe, cuando meses después, los diarios italianos confirma que tras tensas negociaciones, el conflicto entre Italia y Eritrea se ha resuelto positivamente con un tratado de paz. En aquella ocasión ninguna gota de sangre fue derramada. Luisa exulta de gozo. "Después de cerca de cuatro meses, un día vino el confesor y me dijo que habían llegado noticias de que la guerra que había entre África e Italia, sin hacerse ningún daño entre ellas, había terminado, firmando la paz".

La experiencia de Luisa Picarreta y lo ocurrido en el África colonial italiana no queda sólo como profecía necesaria para arrancar las dudas de su confesor, sino que es parte obligada para comprender lo que pasó meses después. Y es que hay una segunda parte de la que el Señor quiere hacerla testigo y cuyo paralelismo con cuanto pasa en la actualidad es notorio.

Dejemos que sea la misma Luisa Picarreta quien cuente lo que ocurrió. "Ahora, sucedió que pasado aquel periodo de tiempo se empezó a oír que entre Italia y África había guerra. Yo le rogaba al buen Jesús que librara a muchas víctimas y que tuviera piedad de tantas almas que iban al infierno. Una mañana, según lo acostumbrado me transportó fuera de mí misma y veía que casi todas las gentes estaban convencidas de que debía vencer Italia, me pareció encontrarme en Roma y veía a los diputados que tenían consejo ente ellos acerca del modo como debían conducir la guerra para estar seguros de hacer vencer a Italia. Estaban tan inflados de ellos mismos que daban piedad, pero lo que más me impresionó fue el ver que estos tales, casi todos eran sectarios, almas vendidas al demonio. ¡Qué tristes tiempos! Parecía que propiamente reinaba el reino satánico, y su confianza en vez de ponerla en Dios la ponían en el demonio. Ahora, mientras estaban deliberando, mi bendito Jesús me dijo: “Vayamos a oír que se dicen”. Entonces me pareció entrar en su círculo junto con Jesús. Jesús se paseaba en medio de ellos y derramaba lágrimas sobre su miserable estado. Cuando terminaron de deliberar sobre el modo de como debían hacer, vanagloriándose de estar seguros de la victoria, Jesús se dirigió a ellos y les dijo amenazándolos: “Confiáis en vosotros mismos y por eso os humillaré, esta vez perderá Italia.

Desconocemos la fecha exacta de esa experiencia, y la misma Luisa evidenciaba su ignorancia sobre quienes eran los actores. Todo lo englobaba en la idea de un África como una unidad exótica y lejana, donde le daba igual Somalia, Eritrea o Abisinia. Pero fuere lo que fuese los anales históricos reflejan como esos últimos años del siglo XIX el sueño colonizador italiano encontraría su más grande humillación por las derrotas sufridas en sus guerras africanas, especialmente contra Abisinia. Cierto que estas experiencias de Luisa serán relatadas en 1899, años después de las grandes humillaciones, pero lo importante no es tanto saber qué batallas perdió Italia a la luz de dicha visión, sino de que cuanto allí ocurrió adquiere otros perfiles, otros sentidos, otros actores.

Y es que Dios se revela Señor de la historia. Pero no de una historia como tensión escatológica hasta su destino final, sino como Señor del acontecer concreto. Y en este sentido Italia es nación privilegiada que evidenciará como ninguna otra que sus éxitos están estrechamente ligados a su fidelidad al Señor y sus fracasos a su rechazo.

Pero es a la luz de cuanto está pasando actualmente cuanto más valor concreto adquiere esa experiencia mística de Luisa Picarreta. Italia, la Italia masónica, engreída, perseguidora de la fe, encontró la paz en el norte de África por generosidad del Cielo ante la generosidad de su hija Luisa Picarreta, pero la misma Italia engreída, será humillada por el Cielo ante su altivez y soberbia meses después. Quiso prescindir de Dios y Dios se retiró, dejando a Italia a merced de sus gobernantes. La derrota fue general y la humillación acompañó a Italia casi hasta las puertas de la segunda guerra mundial. Entonces, cuando Dios volvió a brindar a Italia nuevas oportunidades para la paz, nuevamente Italia quiso despreciar los avisos del Cielo cayendo en un abismo peor. De ello hemos hablado en otras ocasiones.

Pero todo esto nos pone de nuevo de frente a los grandes desafíos que enfrentamos actualmente. La crisis económica, financiera, social, moral... ¿Qué soluciones puede encontrar occidente si cuántas medidas adopta no sólo prescinden de Dios sino que van acompañadas de otras que Lo rechazan?

Confiáis en vosotros mismos y por eso os humillaré diría el Señor a los engreídos diputados italianos de aquel final de siglo. Desconocemos lo que dirá ahora a los gobernantes actuales, pero sí que es notorio el rechazo de éstos a Dios, su desprecio. Y eso, esa evidencia, no puede augurar nada bueno, porque ir en contra del Señor de la historia no sólo se antoja pataleta cruel, sino constatación histórica de algo que casi nunca acaba bien.

César Uribarri

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