domingo, 30 de octubre de 2011

EXORCISMOS DE LAS CASAS

En la Biblia no encontramos ningún ejemplo de ello, pero la experiencia nos muestra en algunos casos su necesidad y sus resultados.

Tampoco el Ritual contempla esta forma de exorcismo. Es verdad que al final del exorcismo de León XIII se dice que hay que bendecir el lugar donde se realiza dicha oración; pero todo el contenido está orientado a invocar la protección de Dios sobre la Iglesia contra los espíritus malignos, sin ninguna referencia a los lugares.

Debo decir también que nunca he encontrado lugares invadidos por espíritus, tal como aparecen descritos en algunas novelas o en determinadas películas, especialmente con referencia a viejos castillos deshabitados. En estos casos el objetivo evidente es ofrecer un espectáculo, presentar escenas de efecto, sin ninguna base de estudio serio. La realidad nos presenta, en cambio, casos frecuentes de ruidos, a veces en forma de crujidos, otras de golpes; frecuentemente se tiene la impresión de una presencia, de que nos miran, o nos tocan, o nos empujan. Es evidente que en estos casos puede jugar un gran papel la sugestión, el miedo que da cuerpo a las sombras.

Pero hay muchos casos más complejos.
Puertas que se abren y se cierran a una misma hora; pasos que se oyen en los pasillos; objetos que se desplazan o que desaparecen para reaparecer luego en los lugares más inesperados; animales que no se ven pero a los que se oye moverse.

Recuerdo a una familia en la que, a una determinada hora, todos oían abrirse y cerrarse la puerta de entrada, luego oían un claro ruido de pasos pesados (de hombre) que cruzaban el pasillo, para perderse no se sabía en qué habitación. Un día, estando presente un amigo, se oyó el habitual ruido y el amigo preguntó quién había entrado; para no asustarle, le respondieron que era un huésped de paso. Sé de insectos, gatos y serpientes que se han materializado; ¡una persona a la que yo bendecía encontró incluso un sapo vivo en la almohada!

La mayoría de veces la presencia maléfica en un ambiente se manifiesta causando trastornos físicos: insomnio, dolores de cabeza o de estómago, un malestar general que cuando la persona se va a otro sitio no se produce. En estos casos es fácil un control, pero no siempre es fácil entender la causa. Pongamos el caso de una persona que, cada vez que es huésped en casa de un pariente cercano o de un amigo, advierte esas molestias: insomnio, malestar dolor de cabeza... que pueden durar incluso varios días, mientras que no se ve sometida a esos sufrimientos si va a otra parte. En este caso el control es fácil. Las causas, en cambio, pueden ser muy diversas.

Puede tratarse de pura sugestión cuando hay algún motivo que permita suponerlo (por ejemplo, si una nuera va a casa de su suegra, que era contraria al matrimonio o que sentía un amor posesivo por su hijo). Pero también podría haber causas maléficas.

Digamos de pasada que es interesante el comportamiento de los animales domésticos ante estos fenómenos. Ocurre a menudo que, cuando se tiene la impresión de la presencia de una persona en la propia habitación, el gato o el perro mantengan la mirada fija en un punto; y sucede que a veces huyen de golpe, aterrorizados, como si ese ser misterioso se acercara a ellos. Podría referir muchos hechos interesantes para quien quisiera hacer un estudio al respecto. Básteme decir que, en mi opinión, los animales no ven nada concreto, pero tienen una mayor sensibilidad que el hombre ante una eventual presencia. Y no niego que también su comportamiento pueda ser un elemento de juicio para decidir si conviene o no proceder a un exorcismo de la casa.

Lo más importante, cuando vienen personas angustiadas por fenómenos de esta índole, es realizar un buen interrogatorio y, si hay motivos para ello, exorcizarlas. La mayoría de las veces los fenómenos que hemos descrito no dependen de presencias maléficas en las casas, sino en las personas. En muchos casos no he obtenido ningún éxito con el exorcismo de la casa, mientras que luego, al exorcizar a la persona o a las personas, los fenómenos en la casa disminuían paulatinamente hasta desaparecer del todo.

¿Cómo se procede en el exorcismo de las casas? El padre Candido y yo usamos este método. El Ritual contiene una decena de oraciones en las que se pide al Señor que proteja los lugares de las presencias maléficas.

Figuran en las bendiciones a las casas, a las escuelas, a otros sitios. Rezamos algunas. Luego leemos la primera parte del primer exorcismo sobre las personas, adaptándolo a la casa. A continuación bendecimos cada habitación, como se hace en la bendición a las casas. Repetimos el mismo recorrido con el incienso, después de haberlo bendecido. Terminamos con otras oraciones. Resulta eficaz, después del exorcismo de las casas, celebrar allí una misa.

Si se trata de trastornos de escasa entidad, un solo exorcismo es suficiente. Si los trastornos proceden de un maleficio y éste se repite, conviene repetir también el exorcismo, hasta hacer la casa «impermeable» a los maleficios. En los casos más graves se presentan muchas dificultades.

Por ejemplo, me he encontrado exorcizando apartamento en los que durante mucho tiempo se habían llevado a cabo sesiones espiritistas, o que habían estado habitados por brujos que practicaban magia negra. Peor aún si se habían celebrado cultos satánicos. En algunos casos, la gravedad de los trastornos y la dificultad de llegar a una total liberación eran tales que tuve que aconsejar el cambio de vivienda.

Existen casos distintos, aunque no graves, en los cuales basta con algunas oraciones para restablecer la tranquilidad. Una familia se veía molestada por inexplicables ruidos nocturnos; hizo celebrar diez misas, al final de las cuales los ruidos se atenuaron mucho. La familia mandó celebrar otras diez y al fin los ruidos desaparecieron del todo ¿Eran, quizá, almas del purgatorio que, con permiso divino, pudieron hacerse oír para pedir sufragios? Es difícil afirmarlo. A mí me basta con señalar el hecho, dado que me ha ocurrido varias veces. El padre Pellegrino Emetti, el exorcista más conocido de la región de Venecia, muy conocido también como estudioso de música y especialista en la Biblia, experimentó casos muy graves. En una familia, además de abrirse y cerrarse ventanas y puertas, pese a estar bien cerradas, volaban sillas, bailaban los armarios, sucedían cosas de todo tipo. Encontró una solución en el uso simultáneo de los tres sacramentales a los que nosotros, los exorcistas, recurrimos continuamente. Aconsejó mezclar juntos en un recipiente cualquiera (tacita, vaso...) agua, aceite y sal exorcizados, y verter a continuación, todas las tardes, una cucharadita de esa mezcla sobre el alféizar de cada ventana y al pie de todas las puertas, rezando cada vez un padrenuestro.

El remedio resultó decisivo. Después de un cierto tiempo aquella familia suspendió esa costumbre; pasada una semana los inconvenientes volvieron a perturbar la tranquilidad doméstica, para cesar inmediatamente apenas se reanudó el uso del remedio sugerido.

Otra pregunta que me han hecho se refiere a los animales domésticos: ¿es posible que sean poseídos por el demonio? ¿Qué hay que hacer? El Evangelio nos habla de aquella legión de demonios que pidió permiso a Jesús para entrar en dos piaras de cerdos; Jesús lo permitió y todos aquellos animales se precipitaron en el lago de Genezaret, donde se ahogaron. Conozco el caso de un torpe exorcista que ordenó a un demonio que se introdujera en el cerdo de una familia campesina: el animal se puso furioso y despedazó a su ama. Huelga decir que lo mataron inmediatamente.

Se trata, por tanto, de casos aislados, que han acarreado en seguida la muerte del animal. Me refirieron el caso de un mago que usaba a su gato para llevar a destino objetos maléficos; en este caso yo diría que el endemoniado era el amo, no el animal. Nótese también que el gato es considerado como un animal que «absorbe espíritus» y a veces los espíritus maléficos se hacen visibles en forma de gato. Para algunos magos y para ciertas clases de magia es fundamental servirse de un gato. Pero este simpático animal no tiene ninguna culpa de ello.

Digamos, sin embargo, que, potencialmente, también la infestación de animales es posible y es lícito proceder a bendiciones sobre ellos para obtener su liberación. Digamos también que, en todos los casos de infestación (de lugares, objetos o animales), como, por lo demás, en los otros casos, el exorcista debe conocer los fenómenos debidos a causas paranormales. Es un conocimiento necesario para evitar equívocos, aunque en este libro no tenemos la oportunidad de tratar directamente de ellos.

Recordemos, por último, que ya en los primeros siglos del cristianismo se exorcizaban casas, animales y objetos. Orígenes, entre otros, ha dejado testimonio de este hecho. Justamente, como ya hemos hecho notar, el nuevo Catecismo habla de exorcismos no sólo de las personas, sino también de los objetos (núm. 1673).

Publicado por Wilson

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